jueves, 14 de mayo de 2009

Mayo en mis recuerdos




Elsa Peña Nadal

Viajando con mi familia por toda la geografía dominicana, durante los primeros años de mi vida, tuve la oportunidad de familiarizarme con las costumbres propias de los residentes de cada pueblo en donde me tocó vivir.

Al ser internada luego en un colegio de La Vega, extrañe ese contacto con la gente amable, tradicionalista y religiosa, que se juntaba en comunidad a celebrar las fechas patrias y las de la patrona del pueblo, con actos cívicos, retretas en el parque y procesiones con estatuas de santos, cargadas en los hombros de los adultos, mientras recorrían las principales calles del pueblo, cantando temas alegóricos a la festividad.

En el mes de Mayo, conocido como el mes de las flores y de la virgen, las procesiones incluían a jóvenes vestidos como San José y la Virgen María, con un bebé en brazos y una corte de angelitos y pastorcillos. Las demás personas llevaban rosarios y flores en las manos, las que terminaban depositando en la iglesia, sin dejar de cantar: “Venid y vamos todos, con flores a porfía, con flores a María, que Madre Nuestra es”.

Algo que vi repetirse en casi todas las casas de esos pueblos y en sus campos, como prueba de devoción religiosa, era un cuadro de la Virgen de la Altagracia, otro del “Corazón de Jesús”, y el que nunca faltaba: un solitario barco de velas en medio de la inmensidad de un mar azul y tranquilo. Los campesinos, generalmente colocaban debajo de los santos, unos floreritos de yeso en los que ponían flores naturales o artificiales.

En diciembre, les colocaban a estos santos, alrededor del marco, bombillitas de colores como las usadas para iluminar a los arbolitos navideños. Adentro, en las habitaciones, se observaban “altares” sobre pequeñas mesas, donde los santos eran casi siempre, el Arcángel San Miguel, con una espada en alto y pisando a Satanás; y otros tales como San Antonio, San Judas Tadeo, el Divino Niño, La Santísima Trinidad, etc.

Siempre estos “altares” tenían flores, una vasija de cristal con agua y alcanfor, velones encendidos o una cruz de palitos de fósforos con una mecha encendida, flotando sobre aceite. Colgando de las esquinas de los cuadros de los santos, ponían escapularios, recordatorios de misas de muertos o rosarios.

Recuerdo que a las seis de la tarde, si estaba uno de visita en alguna casa, no había manera de escaparse de la rozadera del rosario; así que cuando se acercaba esta hora y estábamos donde algún vecino, mis hermanas y yo, nos despedíamos con alguna excusa.

A propósito de Mayo, recuerdo que cuando pequeñas recitábamos: “Pan pa’mayo, harina pa’abril, a to’el pijotero le gusta pedir”. Y durante los famosos aguaceros de Mayo, nos parábamos ante las ventanas a repetir a coro: “San Isidro el labrador, quita el agua y pon el sol”.


Algo que de pequeña me llamó la atención, fue ver cómo las personas estaban muy pendientes del “primer aguacero de Mayo”, para recolectar, directamente del cielo a la olla o a la batea, esa apreciada agua de lluvia.

Algunas personas recordarán el uso que se le daba a esta agua, a la que se le atribuían poderes medicinales. “Sirve para curar el embuche”-- me explicaron cuando pregunté—haciendo referencia al estomago o vientre “aventado”. Papá luego sacaría sus propias conclusiones: “será para aquellos que durante la recién pasada cuaresma, abusaron de las habichuelas con dulce”.


En Mayo honramos a las madres, asociándolas a la maternidad divina de María. En España, el primer domingo del mes es el dedicado a las madres; y durante cada domingo, diversos pueblos latinoamericanos hacen lo propio; en nuestro país, esta celebración se lleva a cabo en el último domingo de Mayo.

Recordemos que un 13 de Mayo de 1917, fue la fecha en que se dice que la Virgen María, llamada luego, de Fátima, se les apareció, la primera de seis veces, a los pastorcillos Lucia, Francisco y Jacinto. Y un 13 de Mayo también, pero de 1981, fue el atentado a tiros en la Plaza de San Pedro en Roma, en contra del Papa Juan Pablo II , quien luego dijo haber sido salvado en dicha ocasión, por la Virgen de Fátima.

Se dice que Mayo, quinto mes del calendario gregoriano, debe su nombre muy posiblemente a que los antiguos romanos lo denominaron Maius, en honor a una diosa llamada Maia. La flor correspondiente a este mes es el lirio, y la piedra preciosa, la esmeralda. En algunos países, se acostumbra sembrar un árbol el primer día de Mayo.

Asimismo, grupos budistas y de Buena Voluntad, se reúnen en todo el mundo para celebrar el festival del Wesak durante la luna llena de Mayo, con la finalidad de obtener iluminación espiritual y hacer una invocación de fuerza cósmica, la cual esperan recibir del Señor Buda, a quien se le atribuye el poder de traer energías de la Osa Mayor, así como de ser el gran intermediario entre Shamballa y el Logos Solar.

El “Primero de Mayo” o “Día del Trabajo”, a su vez, es la fiesta del movimiento obrero mundial y constituye una jornada de lucha reivindicatoria, en honor a los Mártires de Chicago; en tanto que, cada treinta de Mayo, los dominicanos recordamos que en esa fecha, en el año 1961, se puso fin a 30 años de dictadura, mediante el ajusticiamiento de Trujillo.

Pero algo que marca muy felizmente a este mes de Mayo, es que en su primer domingo, se celebra la llegada de la Primavera. Y en esta hermosa época del año, me parece escuchar a mi abuela Florinda, repitiendo el dicho popular: “Marzo ventoso y Abril lluvioso, sacan a Mayo florido y hermoso”.

elsapenanadal@hotmail.com
La autora es periodista

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