lunes, 13 de julio de 2009

Relatos del 14 de Julio.









Por Elsa Pena Nadal


“Id y decid a vuestro Señor, que estamos reunidos aquí por la voluntad del pueblo y que no se nos hará salir, sino a por la fuerza de las bayonetas”. Conde Mirabeau


El 14 de Julio, Francia celebra dos acontecimientos históricos de importancia: la toma de la Bastilla de San Antonio, acontecida en el año de 1789, hecho considerado como el símbolo del inicio de la Revolución Francesa; y también, la Fiesta de la Federación, llevada a cabo el mismo día y mes, del año siguiente..

La Fiesta de la Federación, fue realizada el 14 de Julio de 1790, por Lafayette, comandante de la Guardia Nacional de París, obedeciendo a un mandato de la Asamblea Nacional Francesa, que decidió que esta primera conmemoración del aniversario de la Toma de La Bastilla, fuese la fiesta de la reconciliación y la unidad de todos los franceses.

Para esta celebración, se construyó una instalación en el Campo de Marte, lugar en campo abierto donde las tropas descansaban y/o celebraban sus triunfos, después de largas jornadas de guerra.

Y cuenta la historia que, debido al retraso que presentaban los trabajos, iniciados el 1ero de Julio, el propio Rey Luis XVI se presentó al lugar, procedente de Saint Cloud y dio un picazo simbólico; cuando éste se ausentó, llegó Lafayette, quien en mangas de camisa, laboró como un obrero cualquiera; y mas tarde ya había reunida allí, una multitud.

Y se confundieron las prostitutas con los monjes y con las mujeres burguesas y las cortesanas; y los obreros con los artesanos y los intelectuales y con los artistas. Y bajaron de los barrios altos los carniceros y los impresores, adornados con bandas de colores, y cantaron todos a coro, coplas patrióticas.

Se mezclaron los soldados con los guardias nacionales y trabajaron todos, codo a codo, hasta dejar listo el lugar que sería convertido en una vasta instalación para albergar a cientos de miles de personas. En el centro sería erigido el Altar de La Patria.

Cien mil federados desfilaron con tambores y banderas; el rey Luis XVI prestó juramento a la Nación sobre la Constitución de reciente elaboración; se ofreció una misa y la multitud enardecida entonó un Te Deum; Lafayette, desfiló con su uniforme de gala sobre un imponente caballo blanco.

Fue una gran fiesta patriótica, según narran los historiadores, donde el pueblo expresó libremente sus deseos de construir una nación “única e indivisible”. Participaron todas las clases sociales: nobles, cortesanos, la jerarquía eclesiástica, el pueblo llano.

El pueblo, eufórico, se abrazaba; se victoreaba a si mismo, y hasta se escuchaban vivas al Rey, el cual se ausento antes de que finalizara la ceremonia. Lo que no imaginaba Luis XVI era que en algún lugar de este Campo de Marte, él sería guillotinado tres años después, un 21 de Enero, ya que, tras la toma de la Bastilla, Francia no era la misma. Y él, no supo asimilar el cambio y contrario a lo que aconsejaba el sano juicio, cometió muchos errores. La reina María Antonieta de Austria, correría con la misma suerte, nueve meses mas tarde.

La Bastilla de San Antonio.

Se dice que la acción revolucionaria de la toma de la Bastilla,--considerada como el símbolo del poder absoluto del Rey,-- ha sido magnificada por algunos historiadores románticos; toda vez que ésta fue tomada, “casi como si de un juego infantil se tratara”, ya que los militares que la custodiaban no quisieron enfilar los cañones en contra de la población parisina.

Incluso se afirma que a pocos cientos de metros de allí, en el Campo de Marte, se hallaban varios regimientos de caballería, de artillería y de infantería, comandados por el Barón de Basemval, el cual reunió a sus comandantes o jefes de cuerpos y les preguntó si sus soldados estarían dispuestos a marchar sobre los amotinados, y estos respondieron que no lo harían.

Una multitud de 40 a 50 mil personas, que previamente se había apoderado de unas pocas armas, en un asalto al Hôtel des Invalides—residencia militar para jubilados y héroes de guerra—se apersonó frente a la Bastilla y después de varias horas de negociaciones para que les fuesen entregadas las armas y municiones; e incluso, después de la rendición de su alcaide; unos mil atacantes tomaron la fortaleza, mientras la multitud enardecida observaba frente al fuerte.

En esta acción, la historia registra las muertes del alcaide Bernard-René, marqués de Launay, hijo del anterior alcaide y nacido en la misma fortaleza; quien fuera acuchillado y decapitado por la turba y su cabeza exhibida en la punta de una pica; así como la del preboste Jacques de Flesselles.

Entre los siete prisioneros liberados estaban: “dos lunáticos”; cuatro falsificadores y un noble “desviado”, (el Conde de Solages, o marqués de Sade, trasladado allí dos días antes).

La Bastilla fue construida por Hugo Aubriaut, de 1370 a 1383, y entregada durante el reinado de Carlos V, con la intención de proteger la parte Este de París; la Puerta de San Antonio y la residencia real, ubicada próxima a esa zona. Constaba de cuatro torres de 22 metros de altura y más adelante, se le agregaron otras cuatro; las paredes tenían cuatro metros de grosor y estaba el fuerte rodeado de cuatro fosos de 8 metros de profundidad.

Un nuevo anexo fue ordenado por Francisco I para realizar recepciones. Siendo finalmente convertida en prisión Estatal por el famoso y temido Cardenal Richelieu.
Cartas firmadas y selladas por el rey de turno o por sus ministros, eran el único requisito para ir a parar a prisión sin juicio previo.

Allí estuvieron famosos como Voltaire; el Cardenal del Balue; Montgomery, por haber matado accidentalmente al Rey Henry II, durante un torneo; el protestante Bernard Palissy, durante las guerras por diferencias religiosas; Fouquet, Intendente de Finanzas; así como “el hombre de la máscara de hierro”, entre muchos otros.

En la cárcel de la Bastilla terminó Voltaire su famosa obra “Edipo”. Pasó un año preso por escribir “acerca de los gusanos satíricos contra el Regente”. Ya en libertad, y cuando el regente leyó Edipo, le obsequió mil libros; y dice la historia que Voltaire le agradeció al Rey con estas palabras: “Agradezco a Su Alteza Real que bien quiera encargarse de mi comida, pero le ruego ya no se encargue de mi alojamiento”.

Pocos meses después del asalto a la Bastilla, esta edificación fue completamente demolida; y se dice que con sus piedras se hicieron y vendieron infinidad de reliquias y souvenirs.


El hombre de la máscara de hierro.

En cuanto a “el hombre de la máscara de hierro”,-- cuyas historias has sido llevadas al cine en diversas ocasiones;-- hay varias versiones: Una afirma que este singular reo, que mantenía cubierto su rostro con una mascara, posiblemente de terciopelo oscuro y no de hierro, como se afirma, era un hermano del Rey, nacido gemelo de relaciones extramaritales de Ana de Austria con un cardenal; o bien que se trataba de un hijo de Carlos II, fuera de matrimonio.

Sobre este personaje, Voltaire, el filósofo de la Ilustración, hace alusión en su obra “El Siglo de Luis XIV”; y también Alejandro Dumas, en su “Secreto de Estado”. Para el escritor inglés Roger MacDonald, este misterioso personaje, era D’Artagnan, el mosquetero de “D’Artagnan y Los Tres Mosqueteros”.

Sin embargo, la versión más aceptada por la historia, es la que lo relaciona con el General Bulone. Se cuenta que Louis Gendrón, historiador militar francés, recibió en 1890, algunas cartas codificadas escritas por el rey Luis XIV, las que pasó a Etienne Bazeries, del departamento de criptografía del ejército francés, quien logró descifrar algunos mensajes del Gran Código del rey.

Uno de ellos, se refería a un prisionero identificado como el General Vivien de Bulonde, cuyo crimen había sido, estando en el sitio de Cuneo, ordenar una apresurada retirada del ejercito bajo sus órdenes, preocupado por la llegada de las tropas enemigas de Austria; dejando abandonadas tras de sí, sus municiones, así como a sus soldados heridos.

Esto enfureció al rey, quien dio la orden de que a Bulonde “se le conduzca a la Fortaleza de Pignelore donde debe ser encerrado en una celda y custodiado en la noche; y se le permitirá caminar por las almenas con una máscara puesta”. Se dice que las fechas coinciden con los registros originales sobre el hombre de la mascara.

De esta cárcel, Bulonde fue traslado a otra y finalmente, a la Bastilla; siempre bajo la custodia del mismo guardián. Todos estos traslados también están documentados.

Voltaire dice, basado en lo que le contaron viejos reos cuando estuvo preso, que este personaje era “joven, alto y hermoso; de buena obediencia, a quien no se le negaba nada de lo que pedía; usaba finos vestidos de encaje y tocaba la guitarra; siendo alimentado por un sordo mudo”. Murió en la cárcel y fue enterrado con un nombre falso.

En la Bastilla había muchos privilegios clasistas con los presos famosos y/o de la nobleza, en relación con la situación a que eran sometidos los presos comunes del pueblo llano.

Había allí departamentos exclusivos para los ricos que caían en desgracia; con excelente comida y hasta servidumbre asignada, y todos los gastos corrían por cuenta de la corona y de los contribuyentes. En cambio; la plebe, era encarcelada sin fecha de salida y sus familiares no podían visitarlos ni llevarles ningún tipo de suministro. Los carceleros permanecían mudos ante las preguntas de los parientes de los prisioneros..

Durante la Edad Media, cada castillo tenia su propia cárcel; y cada feudo, o convento, tenía en sus sótanos una mazmorra. La mayoría de la población, vivía sometida a explotación, marginalidad y esclavitud, pagando altos impuestos.


La crisis arrecia

Los reyes de Francia, desde enrique IV, eran los encargados de otorgar los títulos nobiliarios y los altos honores, con elevado costo económico para la corte. Las tierras eran dadas en recompensa por la lealtad y buenos servicios, e incluían a sus ocupantes, quienes pasaban a ser la servidumbre del nuevo amo.


Previo a la Revolución Francesa, la nación pasaba por una crítica situación económica y la población debía presenciar el derroche de su reina y de los cortesanos, mientras eran sometidos al pago de los impuestos y de los diezmos al alto clero.
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Ante la escasez de harina y trigo para elaborar el pan, la gente fue a Versalles a reclamar a los Reyes, y la historia recoge la frase de la Reina María Antonieta: “! Que coman pasteles!”. Esto enfureció a la población.

De Luis XVI se dice que tenia buenas intenciones e hizo intentos por sanear la economía pero, débil de carácter, cedió a las presiones de la Reina María Antonieta, ambiciosa y acostumbrada a los lujos; así como a la de los nobles y cortesanos que no querían ceder ni un ápice de sus privilegios.

El país estaba sumido en la pobreza, en gran parte debido a los gastos excesivos de la corona, a la fastuosidad y al derroche por las exigencias de la vida cortesana; unido a los privilegios de que disfrutaban el alto clero y la nobleza, quienes estaban exentos del pago de impuestos.

Los ministros de Hacienda Roberto Turgat y Jacobo Necker fueron despedidos sucesivamente por querer sanear las finanzas del reino, al proponer la reducción de los privilegios de los nobles, así como los gastos de la corte.

La estructura social francesa estaba conformada por Estados Generales; siendo el Primero, el del alto clero, el Segundo, correspondiente a la nobleza y el Tercer Estado o Estado llano, correspondía al pueblo; dividido a su vez en burgueses, obreros y campesinos.

Intelectuales franceses como Montesquieu, Rousseau, Voltaire, Diderot, Locke, entre otros, por su pensamiento filosófico, no estaban de acuerdo con la concentración de los poderes ni con la imperante división de las clases sociales. Esto intereso a la población, y se integró en los debates que se desataron. El pueblo francés estaba ya acostumbrado a discutir públicamente desafiando la represión.

La situación, cada vez más crítica llevó a Lafayette propugnar por la convocatoria de una Asamblea Nacional para buscar medidas que pudiesen sacar a Francia de la quiebra económica. El Rey Luis XVI estuvo de acuerdo con este propósito.

En los trabajos regionales previos a la Asamblea, se solicitaba la elaboración de una Constitución. Ahí comienza la lucha del primer y el segundo Estado por preservar sus derechos; en tanto que el tercero abogaba por la reforma del gobierno y de la sociedad. Todos, sin embargo, coincidían en la necesidad del establecimiento de garantías individuales y libertad de pensamiento.

El primer triunfo de la Asamblea se logró cuando se estableció la forma de votación, la que sería individual; no por Estado como pretendían los nobles para apoyarse mutuamente entre ellos. El Rey, en su discurso inaugural ordenó que los trabajos de los diputados se limitasen al estudio del problema financiero, dando al traste con las expectativas de cambios reclamadas por la población.

El Tercer Estado argumentaba que ellos representaban el 96% de la población y que si los demás se negaban a sesionar, ellos seguirían adelante y sus decisiones estarían validadas, ya que poseían la mayoría representativa.

Ante las diferencias y dificultades para sesionar de forma conjunta, el rey aprovecha la coyuntura y manda a cerrar el salón y a disolver la Asamblea. Los diputados indignados y en franca rebeldía, se trasladan a otro salón, comprometiéndose a no separarse hasta que quedase establecida la Constitución de Francia.

Esta vez el rey ordena que cada Estado sesione por separado (¿). Y presionó para que la orden fuese cumplida. Ante esta amenaza, el Conde Mirabeau, elegido como vocero y representante del Estado Llano, responde al emisario real:--“¡Id y decid a vuestro Señor que estamos aquí por la voluntad del pueblo y que no se nos hará salir, sino a por la fuerza de las bayonetas”!—

Continúo la crisis económica y política; los campesinos dejaron de pagar impuestos ante la hambruna y escasez y empezaron los saqueos de graneros; atacaron a comerciantes y empleados aduaneros, y se produjeron por todo el país, levantamientos campesinos contra los señores feudales. El 9 de Julio de 1789, la Asamblea adoptó el nombre de Asamblea Constituyente y se aprestó a elaborar la primera Constitución de Francia.

El 14 se produce el asalto al fuerte de la Bastilla, así como sucesivos levantamientos armados en toda Francia contra los señores feudales; y durante todo el mes de Julio, van cayendo los reductos opresores de la monarquía.

Algo que contribuyó a agravar aún más esta crisis, fue el alto costo económico del envío de tropas francesas a America del Norte para defender las posiciones territoriales, ante el avance del gobierno inglés, durante la guerra de Independencia de Los Estados Unidos.

La Asamblea decide eliminar los privilegios de la nobleza; les impone el pago de impuestos; elimina el diezmo obligatorio a la Iglesia y dicta La declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, proclama que sintetizaba la ideas revolucionarias, basadas en tres banderas: Igualdad, Fraternidad y Libertad.

La nobleza trató de buscar aliados en otras monarquías; Francia fue atacada por Austria y Prusia en sus límites fronterizos; el rey trató de escapar, fue apresado y puesto de nuevo al frente de la corona y aunque al final quedó a cargo del Poder Ejecutivo, conspiró con otras naciones y fue acusado de traidor a la Patria, juzgado y condenado a muerte.


Logros


La Revolución Francesa, además de dar al traste con el absolutismo monárquico y feudal, alentó las luchas por la independencia en las colonias iberoamericanas; promovió la creación de la República de corte liberal; la separación de la Iglesia y del Estado, contribuyendo a su vez, con la separación de la religión y la política, en muchas otras partes del mundo; se difundieron los Derechos del Hombre y del Ciudadano y germinaron las ideas democráticas.

Se alega que en la Revolución Francesa se cometieron excesos, pero como dicen los proverbios chinos: “las clases no se suicidan”, y, “aunque el árbol quiere la calma, el viento no se aplaca”. Porque, señores, también se dice que “hacer la revolución no es algo así como bordar un mantel”

La autora es periodista
elsapenanadal@hotmail.com

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